Un guardia urbano salva la vida de un pasajero de los Ferrocarrils tras usar un desfibrilador que cogió en una farmacia
Un guardia urbano de Barcelona salvó la vida de un pasajero de los Ferrorcarrils de la Generalitat en la estación de plaza Catalunya el sábado al mediodía gracias a sus conocimientos de primeros auxilios y de un desfibrilador automático que otros agentes fueron a buscar a una farmacia cercana.
La víctima del paro cardiaco, un ciudadano ucraniano de unos 140 kilogramos, recuperó el pulso después de continuas maniobras de recuperación primero por otra usuaria del ferrocarril y después por el policía.
El cabo Francesc Sancho, de la unidad de UPAS, más conocidos como los antidisturbios de la Guardia Urbana, ha declarado a La Vanguardia que es “de lo más grato y enriquecedor” que se puede vivir como policía. “Lo fui a ver después al hospital y fue muy emocionante”, relata.
El superviviente, con problemas cardiacos y arritmia, había sufrido un infarto cuando el cabo Francesc Sancho y su equipo lo encontraron yaciendo en el suelo junto a otra usuaria que había empezado a hacerle el masaje compresivo. “Estábamos de vigilancia estática en la plaza Catalunya, cuando se acercó una mujer gritando que había un hombre en la estación que había sufrido un infarto”, recuerda el policía. Eran las 12.30 horas.
Inmediatamente, uno de los policías cogió el ambú (instrumento para insuflar aire que evita el boca a boca) y los demás de la patrulla bajaron. El cabo había hecho hacía pocas semanas el curso de primeros auxilios y de uso del DEA (desfibrilador externo automático).
Cuando llegaron al andén, Sancho tomó el relevo a la mujer que había empezado las maniobras de reanimación. Entonces, pidió a otro de los agentes que fuera a buscar un desfibrilador a una farmacia. Aunque algunas estaciones de metro, como la de la línea uno de plaza Catalunya, cuentan con DEA en sus instalaciones, la de Ferrocarrils de la Generalitat no lo tiene, según confirmaron fuentes de la propia compañía.
Ya con el equipo de resucitación eléctrico en su poder, los policías colocaron las ventosas siguiendo las instrucciones que marcaban la propia máquina y el recuerdo de las prácticas que había hecho el cabo recientemente. Procedieron a esperar el diagnóstico que el propio equipo automático da. La pantallita recomendó la descarga. Todos se apartaron y se aplicó entonces la electricidad. “El hombre dio una sacudida”, recuerda el cabo.
Entonces, como marcan los cánones, continuaron con el insuflado de aire y los masajes compresivos. Al llegar los servicios medicalizados de emergencias, les pidieron que mantuvieran los ejercicios de reanimación unos instantes mientras preparaban el instrumental. Cuando todo estaba listo, los sanitarios tomaron el relevo a los policías.
Le dieron oxígeno y le pusieron un aparato que mecaniza los masajes. Al poco, el médico confirmó que la víctima del infarto tenía pulso. A partir de ese momento, la última barrera que había que saltar para la definitiva evacuación del enfermo fue el peso del paciente. No había manera de introducir la camilla en ningún dispositivo mecánico y hubo que hacerlo a pulso.
Por la tarde, el equipo de agentes que habían participado en la reanimación de aquel usuario de los Ferrocarriles de la Generalitat se desplazó hasta el hospital de Sant Pau. El hombre se encontraba en la UCI fuera de peligro. Le habían sometido a un cateterismo y estaba en observación. Sancho y sus compañeros se fueron de allí satisfechos. “Es la única experiencia de estas características que he tenido en mis 15 años como guardia urbano”, dice ufano el cabo.